domingo, 31 de julio de 2016

VIAJAR ES . . .


Tiempo. 
Esfuerzo. 
Ceder. 
Compartir.
Disfrutar. 
Reír. 
Morir de risa. 
Incluso llorar. 
Andar. 
Subir escaleras. 
Comer. 
Comer helados. 
Tener apetito. 
Sobrevivir. 
Conversar. 
Conocer. 
Cambiar. 
Eliminar prejuicios. 
Añadir nuevos. 
Soñar. 
Volar. 
Aprender. 
Reutilizar. 
Escuchar la Raíz. 
Turismo nocturno. 
Conocer pueblos y ciudades de cabo a rabo. 
Pararse, pensar y de paso descansar. 
Chapurrear un idioma imposible. 
Siestas modo noche. 
Cabezaditas everywhere. 
McDonald por el miedo a lo desconocido. 
Buscar pintadas bonitas entre las calles. 
Desorden-orden sin importar el orden. 
Probar vinos y cervezas. 
Tener una prolongación en la espalda llamada macuto.
Reconocer que existe gente buena y mucha.
Viajar es disfrutar viviendo. 



Polish folk amigo, descarriladas contigo

De nuevo por aquí, pero esta vez ya con sabor a despedida. Nos hubiera encantado tener un Interrail con posibilidades mayores, más países, más días, más experiencias y más escalones, pero no ha sido así. 

Polonia fue nuestro último destino y durante él nos replanteamos si fue una buena elección, pues justo en Cracovia se celebraban las JMJ, experiencia que no buscábamos por el momento. 

Llegar a Cracovia fue fácil, optamos por tren-cama, donde a pesar del calor-frío, frío-calor y los controles, pudimos medio descansar. 
Llegar al alojamiento no lo fue tanto, presentarse a la hora prevista fue imposible, pero todo se supero con un McCafé (cómo no, siempre nuestro fiel aliado en este viaje) y lo acogedor del apartamento. 

Por supuesto hubo turismo nocturno, nuestra especialidad, con una cena típica que no ha podido faltar en ninguna de nuestras etapas.

Huyendo de las aglomeraciones decidimos ir a Auschwitz. Creo que no tenemos palabras para describir la crueldad de lo ocurrido recientemente, pues no han pasado ni 100 años. El tiempo ayudó a empatizar, lluvia, barro e inmensos caminos empedrados para botas de montaña, no queremos imaginar sin ellas. 

El silencio nos acompañó, pues cada una se detenía donde lo necesitaba, leía o ignoraba a su antojo. 

Recorrer esta increíble ciudad fue toda una odisea, pues de lo abarrotada que estaba, fue bastante complicado empaparse de su encanto, aunque desde luego ya estamos pensando cuando podremos volver.

La noche polaca fue difícil, el clima (como dicen los revisores) no acompañaba, nuestros constipados tampoco, pero no nos frenaron. El vino blanco esta vez no se unió, preferimos una bebida típica de Polonia, ya sabéis. Lo que sucedió después fue un antro de música folk en polaco y unas coreografías cuanto más curiosas y debe ser que pegadizas, porque el corro formado en el centro repetía una y otra vez nuestros pasos. Más tarde el 24 horas Carrefour Express nos regaló unas calorías necesarias para dormir.


Como dice la canción, todos necesitamos un poco de sur para poder ver el norte, por lo que después de Cracovia pusimos rumbo a Varsovia. Capital del país, una ciudad muy ciudad, donde de nuevo nos apalancamos un buen rato en la estación cargando pilas. El albergue armonizaba perfectamente con nuestra persona, pues se notaba a la legua que estábamos en los últimos días de nuestro gran viaje, fue el lugar idóneo para la primera siesta. Habitación compartida, poco inglés en las conversaciones y último intento fallido de no esparramar los macutos por la habitación. 

Tras la siesta todo vino de corrido, duchas cutres, intento de no repetir ropa, conseguir una muda lo más limpia posible y conocer Varsovia by night. Tostas y vinitos, encuesta local para decidir sitio y nada más que montarnos en un taxi y acabar en un camping en una pool party. Piscina, hamacas, cerves, chupitos, videos, selfies, bailes, japos, portugueses y polacos. La música pues… música, ya que en nuestra última noche nos enteramos que estaba mal visto pedir canciones a los DJ's, ya os imagináis que no lo habíamos hecho en ninguna de nuestras noches.

El amanecer tardó poco en llegar, más duchas, más decisiones de conjunto, agua y a patear la ciudad entre sol y nubes, calor y frío, gotas y goterones. Diferenciando la ciudad más moderna, más comunista, más gris para llegar a la ciudad vieja, encontrando plazuelas con encanto, mercados, tiendas artesanas y disfrutando de un atractivo arte urbano.



La tensión por perder el vuelo y acabar la experiencia apareció más pronto de lo que creíamos, Ryanair y su correo alertador, bus ciudad-aeropuerto express y aeropuertos en miniatura saturados de pasajeros pusieron fin a nuestro último destino. 


Saludos entre macutos que esperan ser válidos como equipaje de mano 2.0.



sábado, 30 de julio de 2016

Apraga y vámonos


Turismo nocturno por la ciudad fue un gran descubrimiento en nuestro viaje, pero lo de Praga fue otro nivel. Llegar de Rumanía a Praga se basó en dos trayectos, ambos sin cama, donde confortables asientos permitieron nuestras cabezadas.
Praga, una ciudad que en pocos kilómetros abarca una gran cantidad de historia. ¿Objetivo? Un día para conocer lo máximo posible sobre ella.

Nuestro anfitrión... Qué decir de él. Así empezando por algo, su nombre, Petr en su DNI, mascotilla (pet) para Alba y Levy para los amigos. 

Pudimos comprobar que los microondas, los instrumentos de cocina, el somier, la lavadora, el frigorífico y hasta la intimidad de la ducha se pueden volver prescindibles en algunas viviendas. Aprendimos que leer correctamente las características del Airbnb te puede salvar de muchos apuros, pero que con meditación todo se arregla.
Dejando a un lado el vino 
demisec, más tirando a sec que otra cosa, encontramos de casualidad un buen vino español, como no: Don Simón.


Majestuosos monumentos albergan en cada esquina, a cada cual más fascinante. Un muro de John Lenon en un lugar anteriormente oprimido por el comunismo, crea una magia dentro del barrio de Malá Strana. Música y deliciosos 
trdelník inundaban las calles de esta ciudad. Aunque recorrerla de arriba a bajo tuvo su recompensa, un gran banquete sin nada que envidiar a la comida española.
Por supuesto decidimos estrenar la noche praguense e ir a una de sus discotecas más conocidas, donde unas 4 plantas con cascadas de humo, bares de hielo, heavys ochenteros y un ambiente cuanto más surrealista acabó con sabor a pizza pesto y una breve cabezadita. 



Saludos desde nuestro centro de equilibrio.


                          


jueves, 28 de julio de 2016

Viajar es siempre una aventura

Todo empezó en búsqueda de un interrail poco convencional. Cuando te propones metas a veces se cumplen, otras veces no y a veces se consiguen a medias. De ahí nace nuestro destino Rumanía.
Los prejuicios inundan nuestras vidas y probablemente lo seguirán haciendo pero después de nuestra tercera etapa, un poco menos.
Comenzando por lo tangible del país podíamos resumirlo en castillos y fortalezas que tanto buscaba Lucía. La cordillera de los Cárpatos nos acompañaría durante todo nuestro recorrido. Entre curvas, bosques e imprudentes conductores nos esperaban los castillos. Unos tan recargados y soberbios y otros tan simples y con tanto encanto.



Sobrevivimos a la decepción de que Drácula, el vampiro más conocido del mundo, existió, pero no como nos lo imaginábamos.


Con la logística del alojamiento hubo más que sorpresas, nada de albergue céntrico. El overbooking tan sonado en los aviones se trasladó a nuestro albergue y acabamos en VilaRobert, una casa de campo transformada en una pensión. Recalcando su calificativo de CAMPO no estábamos precisamente cerca de la plaza.




Una de las noches disfrutamos de un festival, sin olvidar lo anecdótico de esta plaza pues en su auge llego a tocar Julio Iglesias, padre de nuestro ansiado Enrique en la noche croata.
No podemos pasar por alto que además de los Iglesias, algunas de nuestras descarriladas bailaron sobre el escenario uno de los temas más aplaudidos por el público.

Gracias a la gente local pudimos llegar a tiempo a Sighisoara.
Aquí sí que teníamos cama y anfitriona, que nos cautivó con bollitos y un jardín repleto de flores que tanto le gustan a Gali, pues son su completo favorito. Unos vinitos y cena saludable cerraron nuestro agotador día.

Tras una invitación precipitada a abandonar el albergue, nos vimos preparando los macutos con las sábanas aún pegadas.

En esta etapa cabe destacar que nos cautivaron sus paisajes, sus calles y castillos, pero también fueron apareciendo nuestros primeros síntomas de cansancio y constipados.  Los ibuprofenos y espidifenes fueron y seguirán siendo unos complementos de primera. Pero si tuviésemos que quedarnos con algo sería con su gente, siempre amable y dispuesta a ayudar.



                        

"Asómbrate de lo épico y de lo simple, de lo extraordinario y de lo mundano." Mark Twain.

lunes, 25 de julio de 2016

Ο(Buda) o Pest(o)

Catorce horas en un tren sin reserva dan para mucho. Cena en primera clase, dormir en el suelo del pasillo, innumerables passports control y cuando pensábamos que el brexit nos había separado de los ingleses... nos vimos utilizando sus pies como almohadas.

Hungría, un país con un idioma imposible y dónde saber inglés no es ningún privilegio.

A una parada de metro y un tranvía de por medio, nos esperaba el apartamento. Nuestro anfitrión, Levy, y su casa, nos enamoraron al instante. Tras una siesta y una buena ducha para recuperarnos de la noche en el tren salimos a descubrir Budapest.
Un caprichoso Danubio divide la ciudad en dos partes, Buda y Pest. Los característicos puentes que lo cruzan se convertirían en nuestros fieles aliados para orientarnos en la ciudad.





Un Parlamento siempre presente, nos dejó sin palabras.
Una vez más aparecieron nuestras queridas escaleras. Diez minutos de subida hasta el Bastión de los pescadores, una iglesia en las alturas con un mirador que nos regaló unas vistas mágicas de la ciudad.






Ya, la primera noche  en Budapest, rompimos el decálogo de "probar comida típica en cada país" y nos decantamos por un kebab en la orilla del río. Sin olvidar lo que está ciudad nos ofrece, y es que existen tranvías, tranvías turísticos y luego está el "Tram 2", un tranvía con un recorrido "turístico" cuya última parada es un polígono. Gracias a él no tuvimos más opción que coger un taxi para regresar a casa.
Tras mantener indescifrables conversaciones con vecinos, nos metemos en la cama.

Budapest amanece y con ella nuestras ganas de patear la ciudad. Botas puestas y cámaras cargadas,  unas majestuosas termas nos esperarían al final de nuestro recorrido.
Sin duda alguna la gran capital húngara nos había conseguido conquistar, pero no podíamos despedirnos sin conocer su auge nocturno. Raquetas, taxis con desconocidos, pre-drinking con vasos de cumpleaños, fua, coronas de flores y baños resbaladizos en un ambiente de todo menos cuerdo.


Entre resacas indeseadas  y semillas de amapola nos despedimos, szia!

viernes, 22 de julio de 2016

Subir, bajar, sin alas volar.

 
                              
                                         

Escaleras. Gatos. Atardeceres. Kiwis. Murallas. Pinzas. Más escaleras. Piel salada. Chopitos. Cucharas de culo de botella. Españoles. Demasiados. Más escaleras. Juego de Tronos. Helados. Puntos de encuentro. Conductores temerarios. Pensemos. Tejados rojos y mármol blanco. Más escaleras. Sigamos pensando.




Aquí de nuevo con la mochila cargada de kunas... Bueno, en verdad, diremos que hemos hecho los cambios de moneda justos y necesarios para sobrevivir y compartir.

Primera etapa Croacia, más concretamente Dubrovnik, una ciudad costera repleta de callejuelas con encanto.

La primera odisea fue encontrar el apartamento, en lo alto de una colina donde nos esperaba Petra con panchitos y limonada. ¡Todo una gran sorpresa!.
Tras desparramar toda la ropa  de nuestros macutos, como solemos hacer, nos preparamos para descubrir la noche croata.
Vinitos y cervezas acabaron siendo la mejor opción de una amplia carta escrita en una lengua aún desconocida. En un ambiente en el que se unían la música electrónica y una petición fracasada de al menos escuchar a Enrique Iglesias, decidimos poner fin a nuestra primera noche, subimos las eternas escaleras que nos acompañarían el resto de nuestra estancia.


Se apagó la luz, primero para Sara, que siguiendo su costumbre, se quedó dormida en el sitio más incomodo y a mitad de una conversación.


Amanecimos lo más pronto que pudimos, desayunamos y voilà listas para hacer turismo. Entre tenderos y pequeños jardines improvisados en los balcones, era difícil llegar las seis juntas al final de la calle Stradum.
Callejeando pudimos descubrir el secreto que nos guardaba Dubrovnik. Chapuzones en una pequeña cala, saltos bañados por la adrenalina, fotos y visión marina del Adriático serán uno de los mejores recuerdos que albergará esta etapa.
Para rebajar el pescadito frito decidimos vigilar la ciudad recorriendo su muralla.




Entre cartones que adelantaban nuestra próxima parada y billetes de autobús convencionales comprados a última hora, nos despedimos de Dubrovnik.



                       

sábado, 16 de julio de 2016

Esta claro que Madrid es de secano


Madrid. 12 de la mañana.






Despedidas cargadas de consejos de última hora, miedo e ilusión. "Hacer caso a Gali, ella sabe".
Dejar tus orígenes para tomar nuevos rumbos.
Única  preocupación, el macuto. Revisión de última hora, autoconvencernos de su tamaño,"¿no parecen tan grandes, no?..."
Primer control, parece que no hay problemas. Segundo. Tercero. Alguna que otra descarrilada liándola como siempre en el embarque... y ¡por fin el avión!


Las miradas de los pasajeros son aún mas indiscretas que las de la tripulación. "¿Que quieres hacer? Ese Macuto no entra ahí". "¡Que si, que si  que entra!". "Pero cómo dejan viajar a gente así..."


Entre clases de aerodinámica y propulsión y nervios de alguna pasajera llegamos a la conclusión de que Madrid es de secano.


ON AIR y horas después Dubronik ..




Saludos entre limonadas y panchitos de bienvenida.